Laos, a orillas del Mékong (III): Vang Vieng

 Trás unos cuantos meses sin escribir nada, retomo donde lo dejé. Pero antes de empezar quiero aclarar que sigo viviendo en escenario asiático.

El camino de Luangprabang a Vientián parecía que iba a ser corto a bordo de un minibus (furgoneta), pero…de repente, nos paramos en mitad de la carretera a socorrer a otro minibus que estaba averiado. Al parecer allí todos los conductores son familia, o muy amigos, porque en un momento se juntaron unos 6 minibuses que iban haciendo la misma ruta, todos a socorrer al mismo

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Véase en la foto todos los turistas asadicos de calor y desesperados.

Tras unas 6 horas de camino, 240 km de curvas infinitas y unos 10 euros por persona, llegamos a Vang Vieng. Es una ciudad del norte de Laos, a medio camino entre Luangprabang y Vientián.

Había escuchado opiniones muy diferentes sobre Vang Vieng.Desde algunos que la denominaban la ciudad de la fiesta por excelencia, hasta otros que la calificaban de ciudad fantasma y tranquila.

Nada más llegar empezamos a buscar un alojamiento. Veíamos ofertas de todo tipo: 3 euros en dormitorio compartido, 6 euros sin compartir,… así que escogimos una habitación en una guesthouse por poco más 8 euros la noche. Íbamos buscando una habitación con vistas a las montañas, pero nos dieron una con vistas a la calle y bares, y llena de mosquitos…así que (aunque no se pueda hacer) le dijimos al recepcionista que al final no nos quedábamos. Menos mal. Atravesamos el río por uno de los puentes (esta vez de metal), y dimos con unos bungalows que parecían no estar mal y el ambiente era mucho más tranquilo y natural, por unos cuantos euros más.

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Bungalows al otro lado del río

Al dejar las cosas en la habitación, nos dieron un mapa para senderistas aventureros (hecho a mano por algún lugareño) dónde los lugares de interés estaban bien indicados. Mochila y cámara a cuestas, fuimos a descubrir el paisaje. No lo teníamos planeado, pero acabamos visitando una de las cuevas cercanas.

La entrada a cada cueva hay que pagarla (1euro), así que si decidís ir, no vayáis con los bolsillos vacíos.

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Tras visitar la cueva subimos la montaña en la que se esta encontraba

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Preparada para el paseo

Cuando volvimos al alojamiento, dijimos de salir a cenar pronto, porque a partir de las 23h la ciudad, efectivamente, se convierte en ciudad fantasma. Luego os explico el motivo.

Los bares y restaurantes de Vangvieng son muy típicos de allí. No suele haber sillas, son mesas bajas y cojines. Suelen poner series conocidas en la tv (en inglés) durante todo el día, los camareros saben hablar bien inglés, y los precios siguen siendo baratos. Echo de menos los batidos que servían allí.

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Detalle de los batidos en uno de los bares de Vang Vieng

Al día siguiente nos esperaba disfrutar de la actividad que convirtió a esta ciudad en un destino con renombre internacional: el tubing. Allá por el año 2005 comenzaron a crearse las primeras empresas que alquilaban flotadores para deslizarse por las aguas del Río Nam Song, al tiempo que se paraba en los numerosos bares, pubs y discotecas que había en la orilla. Divertido ¿verdad? Permitidme que os ponga en antecedentes.

A pesar de que la idea de deslizarse río abajo subido en un flotador, mientras se bebe alcohol a espuertas no es lo más prudente que se pueda escuchar, las autoridades locales no tomaban cartas en el asunto y Vang Vieng pasó de ser un paraíso natural a convertirse en un popular destino de mochileros de todo el mundo cuyo único objetivo era emborracharse y salir de fiesta, ya que aquí el precio del alcohol y demás sustancias era bastante económico.

Como consecuencia, tan sólo en el año 2011 alrededor de 27 personas perdieron la vida en el río. Las muertes, lejos de cesar, continuaron aumentando en 2012. Es común escuchar leyendas urbanas o no tan urbanas sobre cuerpos inertes flotando río abajo o personas borrachas, que apenas pueden guardar el equilibrio, deambulando por las calles.

Tras la muerte de dos turistas australianos que ocuparon los titulares de algunos diarios internacionales durante el verano del 2012, los gobiernos de otros países comenzaron a presionar a las autoridades laosianas para que pusiera fin al descontrol de la última década.

En el mes de noviembre de ese mismo año, el gobierno local decidió cerrar la mayoría de bares que había en el río, erradicar la venta de drogas, exigir licencias a las empresas de deportes de aventura y obligar a todos los bares a cerrar sus puertas a las 23 horas.

Nosotros cogimos una excursión que incluía tubing en el interior de una cueva, almuerzo y kayak.

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Famosas bolsas estancas preparadas para el descenso del río

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Manjar ofrecido por la empresa multiaventura

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Kayaking

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Reglas a tener en cuenta en la ciudad

Una vez en el kayak, lo único que atrapaba mi atención era el increíble paisaje que desfilaba ante mis ojos, mientras giro en uno u otro sentido, dejándome llevar libremente por la corriente del agua. Hasta que se acercaba un rápido, y el guía nos dijo: el primer kayak en volcar, invita a algo en El Último Bar (se llama así porque es el último que queda a la orilla del río). Así que…Cataplof!!!!! Como era de esperar, la menda y el mendo se caen al agua, los únicos, claro. El agua estaba un poco fría. ¡¡¡Menos mal que había atado la bolsa estanca al kayak!!! Tras acabar el descenso del río, volvimos al alojamiento a coger una buena ducha y a buscar bañadores y chanclas. Dio la casualidad que los precios estaban tirados en marcas conocidas. Sé que estáis pensando que serían de imitación…no lo sé pero en el caso de que lo sean, están bastante logradas. Después de comprar cuatro cosas, fuimos a cenar en uno de los barecillos mientras teníamos por fin una de las esperadas clases particulares de español.

El último día en esta ciudad pintaba muy bien. Tras descartar la idea de ir a escalar, alquilamos un par de bicis de montaña para visitar el Blue Lagoon y la cueva Tham Phu Kham y de paso hacer un poco de deporte. La ida fue bastante bien, porque el calor no pegaba fuerte. Así que nada más llegar, aparcamos las bicis y nos metimos en la cueva con un frontal en la cabeza. ¡Qué pedazo de cueva! Había muchos turistas, pero la mayoría se quedaba cerca de la entrada porque no llevaban frontales. Pero algunos afortunados, como nosotros, conseguimos bajar un poco y ver un buda acostado y demás formaciones de la cueva.

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En la cueva

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Buda acostado en el interior de la cueva

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Qué solanera…

Al salir de la cueva, nos dimos un baño en la laguna de agua de azul intenso. Había casetas llenas de locales, como un dominguero en España, pero lao style. La vuelta al bungalow se hizo muy pesada porque hacía un calor horrososo…me lie una toalla en la cabeza y sólo pensaba en llegar lo antes posible.

En origen, el turismo llegó a esta ciudad de la mano de viajeros amantes de la naturaleza, que querían practicar escalada o espeleología, mientras se relajaban en una atmósfera de tranquilidad y conocían el lado más rural del país. Hoy Vang Vieng quiere volver a esos tiempos, pero en ocasiones es inevitable escuchar música dance de fondo procedente de alguno de sus numerosos pubs. Poco a poco, que Roma no se construyó en un día.

La vuelta a Vientián fue en minibús, pero esta vez sin paradas de socorro.IMG_3808

Os dejo hasta el próximo post que intentaré escribir lo antes posible: la doble cara de Bangkok.

¡Hasta pronto!

PD: No dudéis en venir a verme.